Cuándo la inflación saltó por encima del 3%, escribí en este diario digital alertando sobre el riesgo de estanflación, debido a la elevada posibilidad de entrar en un escenario de escaso crecimiento del PIB con alzas de precios. Ahora con una inflación que en términos reales es del 5,5% ya no se considera una opinión, sino un hecho. Con un nivel de deuda de 125% sobre PIB y un déficit del 8%, la economía de muchas CCAA no consigue recuperar los niveles de crecimiento y empleo previos a la epidemia.
Esto es tan evidente que no necesita demostración. La actitud negacionista del gobierno es simple propaganda que no evitará la recesión cuando se terminen los programas de compra de deuda del BCE. Sin embargo, esto no es inevitable. De hecho, sería viable gestionar la situación de modo que el PIB creciera. Sería suficiente con actuar sobre la productividad, la variable que mide la eficiencia de producción por factor utilizado. No se trata en este caso de medir el retorno de las inversiones, sino la eficiencia en la asignación de recursos. De ahí su importancia crucial como herramienta de gestión, sin embargo, es ignorada por los sistemas colectivistas e intervencionistas, por eso fracasan una y otra vez. En el caso de España, la estanflación es consecuencia directa de la ineficiente asignación de recursos. Los factores más importantes para fomentar una mayor productividad son cuatro: la libertad de mercado, el desarrollo tecnológico, la formación especializada del capital humano y los incentivos fiscales a la inversión. Si los presupuestos generales del Estado se hubieran estructurado sobre estos pilares fundamentales, el resultado sería el crecimiento y el paulatino descenso de la deuda y la inflación.
La ineficiencia generalizada en que nos han sumido los gobernantes comunistas se ve en cuanto se hace un análisis siquiera superficial de las cifras.
Partidas esenciales que se pueden optimizar, pero que se deben respetar, como educación, salud y pensiones no llegan en total al 23% sobre PIB. La cuestión crucial para evitar la estanflación, no es acometer un fuerte recorte de gasto a granel, sino trabajar en la asignación eficiente de los recursos. Si se sustituye el derroche inútil de los fondos europeos por su inversión productiva, no hacen falta recortes masivos, porque de modo automático se multiplican los recursos, al igual que un negocio rentable se amplía y hace crecer indirectamente otros sectores.
Necesitamos un análisis serio para asignar los abundantes recursos con que cuenta España de modo eficiente y rentable. El ajuste que tenemos pendiente, no consiste en privar a los mayores del médico y la pensión, sino en desincentivar los negocios improductivos y trabajar sobre los sectores más productivos y rentables mediante la inversión, el desarrollo tecnológico, los incentivos fiscales y la formación especializada, para que se den las condiciones que atraigan a los inversores de modo que la economía crezca por su propio impulso multiplicador.