La pasada fue una semana cargada de muchas emociones. Según una periodista del ecosistema corporativista socialista, José Luis Ábalos fue destituido como ministro de Fomento por dejar una “habitación destrozada y con restos de todo…”. Una habitación destrozada. El socialismo, y sus mascotas derechistas de otros partidos, llevan años esquilmándonos miles de millones de euros para romper el “techo de cristal” y, al final, resulta que, para quebrarlo, bastaba con pagarle a uno de sus puteros una habitación en Paradores y la tarifa overnight de una scort con idiomas y un TFM en artes coprofágicas. “Ábalos ha roto el techo de cristal por 3000 euros. Nosotros te lo haríamos por menos de la mitad”. Si Casado tuviera lo que hay que tener, mandaría a Cuca Gamarra de vuelta a Logroño a vendimiar y usaría ese lema como infalible campaña de Igualdad.
Además, esta semana pasada, la ministra de Sanidad, Carolina Darias, ha determinado que “lo público” se haga cargo de los tratamientos de fertilidad de los transexuales “con capacidad gestante”, sin dejar mucho margen de indignación a las mujeres heterosexuales, y parejas de hombres con pene de origen, a las que desahucian los ginecólogos que trabajan en la consulta del hospital público por las mañanas, o que derivan a sus consultas privadas para pedirles 8000 euros porque llegaron a los 40 sin ver venir los nuevos tiempos y, en vez de haberle pedido al cirujano que le hiciera un neofalo con la piel del antebrazo, o con la de un cerdo de las dehesas de Frenegal de la Sierra, ha elegido ser una jodida ama de casa sometida a los antiguos roles de género.
Es que el antifascismo también se libra en el potro obstétrico, y la famosa lucha por la dignidad femenina socialista siempre fue una cosa grotesca que demandaba en la sustitución del Monte de Venus y el maravilloso aparataje clitoriano por un arco pelviano con el trípode de un pívot de la NBA y las sobras del implante capilar del amiguito no binario que no consigue llenar su vacío existencial hirviéndole foie de pato a su bulldog francés.
A la hora de tratar a estas nuevas mamás con subida de calostro y las patillas de Prince, habrá que seguir el manual de estilo ministerial y tener el mismo tiento con el que escribes un artículo de opinión para no acabar siendo sentando en el banquillo por la Fiscal que llama “maricón” a Marlaska. Decir “Personas preñadas” en vez de “mujeres embarazadas” para evitar la ofensa de los transexuales negándoles el milagro reproductivo que, por 275.135 euros anuales, seguro, obrará María Jesús Conde Zabala, la nueva embajadora en misión especial para la política exterior feminista.
No todo son malas noticias para usted si ha nacido masculino-tóxico
Capítulo aparte, resulta curioso que, tras décadas de soportar a las feministas afirmando que el problemita igualitario radicaba en que todo ha sido pensado y decidido por hombres, de que todo haya sido producto de lo que vulgarmente entendemos como “pensar con la picha”, y de que por ello las mujeres hayan entrado en peligro de extinción como el armadillo carreta, el perrito llanero mexicano o el mono choro de cola amarilla, “el Gobierno más feminista de la historia” le haya lanzado la OPA hostil a esas pagafantas de la camisetita morada poniendo penes a euro como si fuera un mercado de fajas romaní en la calle Bailén.
Pero no todo son malas noticias para usted si ha nacido masculino-tóxico, y no ha tenido la suerte de volverse poliamoroso LGTBI por el camino. Desde ahora, se verá usted compensado con la custodia compartida y la patria potestad de su Bull Terrier y podrá conocer a gente nueva en los cursillos obligatorios para una paternidad canina responsable. No sin antes completar el taller de base y el de refresco anual de la “nueva masculinidad” que habrá sido exitoso cuando se sienta listo para anunciar a su pareja que, por fin, ha alcanzado la fase de bisexualidad idónea para poder comprender cómo, hasta ahora, el patriarcado se te ha clavado en tu cuerpo de su mujer y, si se ha empollado bien el temario, podrá dejar el taxi o el bar, o el andamio en el que suele trabajar doce horas diarias para limpiar la casa porque su novia eco-feminista necesita más tiempo para atender a su colonia de gatos castrados con los ahorros logrados por no parir a un hijo no deseado.